BCCPAM000540-5-07000000000000

Ó CARTAS Á SOR MARGARIT A 179 impureza, desde entonces se introdujo en la humanidad y se ingirió en nuestros cuerpos el vivir al uso del Cielo, al modo de los ángeles y á la manera de Dios. Y dice muy bien mi glorioso Santo, porque la persona casta que profesa virginidad es un ingerto de celestial en terreno, de angel en hombre y de divino en humano! ¡Virginidad, virginidad! ¡Virtud esclarecida! ¡flor de las flores! Dón divino en que por modo altísimo se co- munica la divinidad al hombre, bendita seas! ¡Dichosos los que te poseen! ¡Dichosa el alma que contigo se delej- ta! ¡Dichosas las esposas de Cristo que contigo se ador- nan; y dichosa tú, mi buena Margarita, si conservas intacta esa joya de precio incomparable! Son tantas las excelencias de esta virtud que, $i quisiera seguir hablándote de ella, sería el cuento de nunca acabar; porque ella hace al alma esposa de Je- sucristo, dignidad la más alta 4 que puede aspirar la criatura. Pero ten presente lo que dice el proverbio castellano: Nobleza obliga: y pues la virginidad enno- blece tanto, claro está que impondrá también sérias obligaciones. Cuáles y cuántas sean estas, lo iremos diciendo con el favor de Dios, á fin de que cumplas, en este punto, como perfecta esposa de Jesucristo. El sea contigo, y te haga tan pura y santa como desea tu afectísimo P. Fr. A.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz