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XIV entonces, lector prudente, vuela como industriosa abe- ja por sus páginas, que algo bueno sacarás de ellas. Yo lo escribi para las almas consagradas á Dios en el interior del claustro: especialmente para las re- ligiosas, cuya santificación deseo con toda el alma; le dí forma epistolar por ser estilo familiar que inspira confianza y facilita la lectura, quitando pesadez al dis- curso; y las dirigí á Margarita, por ser este nombre, nombre de flor y de piedra preciosa, dando á entender en eso, que hablo con toda religiosa que quiera ser flor de los claustros, ó piedra preciosa en la casa del Señor. Si lo eres, discreta lectora, ó si quieres de verdad ser- lo, ya verás cuán presto nos entendemos como dos bue- nos hermanos. Por lo pronto, y para inspirarte confianza, quiero decirte un secreto. Durante la publicación de estas car- tas en el Mensajero Seráfico, soñé dos ó tres veces que álguien, aparentando candor ó encubriendo fariseísmo, se escandalizaba de ver reprendidos por mí con tanta claridad como llaneza los defectillos de las pobres monjas. ¿Quién sabe si ahora que van estas cartas Co- leccionadas, formando libro, aquel sueño se convertirá en realidad? Por lo que pueda ser, ruégote desde aho- ra, que, si leyendo, alguna compañera tuya, menos discreta que tú, se pone color de grana, y sa queja de verse en algún pasaje del mismo retratada, procures calmarla, diciéndole que no sea tonta, que no es buen médico quien disimula la enfermedad, sino quien la combate; ni es piedad dejar cerrado el tumor que mina la salud, sino abrirlo y apretarlo hasta que salga el mal y mane sangre pura, única manera de curarlo ra- dicalmente. (Que no dé á conocer con ese escándalo fa- risáico su mucha ignorancia ósu grande orgullo: éste, si no puede sufrir que por su bien la corrijan; y aqué- lla, sino sabe que muchos de los santos veneradós hoy en los altares han escrito de las religiosas y para las religiosas, lo que yo no me he atrevido á escribir, sin duda porque no hay en mí el celo por la gloria de Dios que habia en ellos. Tal vez te responda, (si ella es de las que á los cin- cuenta años no han salido aún de los limbos de la ino- cencia), que doy pie á los enemigos de las órdenes re- ligiosas, para que sigan hablando mal y pensando peor

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