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LA VIDA RELIGIOSA nunca la había dejado, trayéndola consigo hasta que yo se la tomé; y no era persona de poca razón y enten- dimiento. Y ví otra que rezaba por cuentas que eran de esos huesos de las espinas del pescado; cuya devo- ción es cierto que no era por eso de menos quilates de- lante de Dios, pues se ve claro que estas cosas no la tenían en la hechura y valor., (Hasta aquí San Juan de la Cruz). Y basta por hoy. De buena gana comenzaría ahora á contestar á tus preguntas sobre el voto de pobreza, si esta carta no fuera ya tan pesada. Lo dejaremos, pues, para la siguiente, y así dividido el peso, será más facil de llevar, Conque hasta la otra; adiós y manda á tu afectísimo P. Fr. A.

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