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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 151 al religioso individualmente considerado; ella es sos- tén y defensa de la vida religiosa, del espiritu reli- gioso y de las virtudes religiosas, tanto en particular como en común. Sin ella se arriesga la estabilidad de la religión, porque entrará la relajación y tras ésta la decadencia y la ruina. Con ella fácilmente será el re- ligioso humilde, casto, obediente, mortificado, carita- tivo, fiel á su vocación, cumplidor de sus deberes: y las comunidades compuestas de tales religiosos pros- peran siempre, y ofrecen al mundo el grato espec- tácuio de la piedad, de la mortificación, religiosidad y edificación. De lo dicho se desprende una consecuencia prác- tica de mucha importancia, y es que debemos amar la pobreza con amor grande, y no de cualquier género, sino con amor de hijos, teniéndola por madre, según el consejo de nuestro santo Patriarca. Sólo el amor es capaz de grandes y continuos sacrificios; y como la pobreza exige tantos y tan continuos, claro es que, si no la amamos mucho, fácilmente nos cansaremos de ella; pero si la amamos como á madre, ese amor se manifestará en las obras, evitando sus transgresiones y practicándola con alegría y fervor. Y aquí termino, querida Margarita, casi estreme- cido de lo mismo que te dejo escrito; aquí termino por hoy, encargándote mucho el amor á la pobreza y ro- gándote que le pidas á Dios esa misma gracia para tu afectísimo P. FR. A.
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