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136 LA VIDA RELIGIOSA el problema no está bien planteado de ese modo, por- que no se trata de averiguar dónde podrás hacer más bien, sino dónde quiere Dios que lo hagas, y qué seryi. cios exige de tí. Si Dios quiere que le sirvas como San Antonio de Padua, en la humildad y pobreza de la Or- den Franciscana, errarás escogiendo otra Orden más rica, en cuyas aulas podrías hacer maravillas: y si Él quiere servirse de tí para fregar platos en la cocina de un Convento como $. Serafin de Monte Granario, eso es á los ojos de Dios lo más grande y lo más alto que puedes hacer en el mundo; porque servir á Dios no es hacer cosas ruidosas, sino ponernos á su disposición, para que Él haga de nosotros su divina voluntad; y esa voluntad la manifiesta El por medio de la vocación re- ligiosa, la cual no pregunta dónde haré más bien, sino dónde quiere Dios que yo le sirva, Las necesidades del pueblo fiel son tantas y tan variadas, que no bastarían para socorrerlas pocos ins. titutos religiosos por grandes, numerosos y ricos que fueran; y por eso la fecundidad divina ha hecho surgir en el seno de la Iglesia tan hermósa variedad de Con- gregaciones religiosas, destinada cada una de ellas á su fin especial, y todas juntas á socorrer á los fieles en las necesidades todas del alma y cuerpo. Para cada una de esas Congregaciones se necesitan aptitudes, cuali- dades, inclinaciones y vocación distintas; y Dios re- parte esas vocaciones, cualidades y aptitudes á sus es- cogidos, para que cada uno vaya á ocupar su puesto en la Congregación que Él le destina. Desde este punto de vista todas las Congregaciones en general son bue- nas, ya se hagan en ellas votos simples, ya solemnes; pero en particular aquella á que Dios nos ha llamado es la mejor para nosotros, y por.lo mismo ninguna otra debemos amar tanto como la nuestra propia. Este apre- cio, este amor y estimación de la propia Orden ha sido
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