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132 LA VIDA RELIGIOSA pesarán entonces las pequeñas infidelidades, al vernos en la terrorífica presencia de un Dios celoso que exige lo prometido! Y siendo esto así, ¿hay religiosos en el mundo que piensen siquiera volverse atrás y rescindir el contrato hecho con Dios? Después de haberle pro- metido fidelidad eterna, ¿hay quien diga que no puede seguir adelante, porque le dieron un disgusto ó le hi- cieron contradicción? ¿Acaso el religioso hizo sus votos á los hombres? Pues si no los hizo á los hombres, sino á Dios, el cumplimiento de ellos no depende ya en ma- nera alguna de la conducta que con él observen los hombres. En vano alegará la injusticia con que le tratan, en vano opondrá lo mucho que le mortifican, en vano objetará la sinrazón de sus iguales, en vano se quejará de la dureza de los superiores, en vano dirá que se le hace intolerable la vida religiosa, porque todo eso son excusas de mal pagador y pretextos fúti- les para dejar de cumplir lo prometido. ¡No! jamás la maldad ó la injusticia de los hombres será un título su- ficiente para dejar de cumplir nuestros votos religiosos! Líbrenos Dios de semejante pensamiento, madre y raíz de todas las apostasías! Esta es la mayor tentación que puede tener el religioso, y ¡ay de aquél que en vez de rechazarla la fomenta con su tristeza, malevolencia y melancolía, con sus aversiones y rencores, con su re- sistencia á la autoridad, su oposición á la obediencia y el quebrantamiento de su santa Regla! No vayamos nunca por ese camino, Margarita mia! guardémonos de nuestra propia inconstancia y seamos fieles á Dios, que á esa fidelidad está vinculada nuestra dicha en esta vida y en la otra. Que tú la go- ces abundantísimamente desea tu afectísimo Padre, Fr, A.

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