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con A PRESTADO EAS —— SAR MS MEE DAR MR e 122 LA VIDA RELIGIOSA giosa hemos dicho que consiste en el amor divino, en la caridad; pero de tal modo, que ella es la forma, la vida, la madre, el fundamento, el vínculo y el fin de todas las virtudes. tanto, que sin ella ninguna virtud merece el nombre de tal. Mas acontece que hay otras virtudes cuya práctica da incremento y vida al amor divino, virtudes cuyo eje rcicio es necesario al hombre para llegar á la perfección del amor, y esas virtudes son precisamente las que forman la profesión religiosa, esto es, la pobreza, la castidad y hénos aquí ya, tratando de que tanto deseabas. la obediencia; y los votos religiosos, cosa Difícilmente llegará un alma á la perfección del amor divino sin el voto de pobreza, 6 sin renunciar voluntariamente todos sus bienes, porque afirma Jesu- “el que no renuncia cuanto posee, no puede ser su discípulo, (Luc. 14, 33.) Y más expresamente aún se lo dijo al otro joven que le pre- guntó lo que debía hacer para llegar á la perfección: “Si quieres ser perfecto (le dijo e! cuanto tienes, cristo en su evangelio que Salvador) vende repártelo entre los pobres, gueme ,-(Marc. 8, 34.) El desmedidamente y después sí corazón humano se apega á los bienes d € este mundo miserable: en la posesión de ellos hac e consistir muchas veces su felicidad, en ellos pone su afición, su amor y su cuida- do; y esto, dicho se está que es un grave impedimento para adquirir la perfección del amor divino. De aquí la célebre Y conocida sentencia de S Agustín: “Poco, Señor, te ama, el que ama contigo otras CO0sas, si no las ama por tí... Pues ese grave impedimento para la NOSOtros con la renuncia yo. luntaria de todo cuanto podamos tener, y por eso el voto de pobreza es un medio poderoso para llegar á la perfección que pretendemos. Otro tanto debe decirse del y perfección lo alejamos de oto de castidad, de la

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