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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 113 último fin del hombre, síguese que, mientras más amor de Dios tengamos, más perfectos somos y más nos acer- camos á nuestro último fin. Admiremos aquí la infinita sabiduría y bondad in- mensa de Dios, que puso por primer precepto de la ley que dió á los hombres ese amor que nos hará eterna- mente felices y perfectos; y tanto más perfectos y más felices en esta vida, cuanto más gradas subamos en esa escala del amor divino. ¡Ay, Margarita! amemos á ese Dios amorosísimo que nos convida con su amor y nos ruega con él; pero amémosle, como dice su Apóstol, no de palabras ni con los labios, sino con obras y de ver- dad. Fuera cargos! fuera dignidades! fuera distraccio- nes! fuera mundo! y fuera todo lo que nos aparta de la unión con Dios! Por unirse á nosotros bajó Él del cielo á la tierra, y puso sus delicias en morar con los hijos de los hombres. Por unirse á nosotros se quedó sacra- mentado, para dársenos en alimento, para que pudié- ramos poseerlo y fuéramos dichosos y perfectos con esa posesión. Unámonos á Él, amémosle de verdad, y no lo perdamos nunca de vista, que éste es un medio podero- so para subir cada día á más alta perfección. Almas conozco yo que emplean este medio de una manera muy facil «y provechosa. Consideran siempre á su lado, como si fuera angel de guarda, á nuestro dulcísimo Jesús, y todo lo hacen á su vista, y todo lo hacen por su amor, y hablan con Él continuamente, con el mismo cariño con que se habla á una persona amada. Cuando trabajan, cuando comen, cuando se re- crean, cuando hablan y cuando callan, siempre, y en todas partes, le preguntan: Jesús mio, ¿estás contento de mí? Te agrada esto que hago? ¡Pues lo hago por tu amor! ¿Qué dicha hay comparable con la de poder agradarte y darte gusto en todo? ¿Qué mayor gloria que ser tuya y pertenecerte por completo? Tuyo es mi 8 m A cd

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