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A ¿ ' ¿ y : $ o ! 3 RARE A 110 LA VIDA RELIGIOSA traño fenómeno de la vida religiosa, y en eso se nos fué el tiempo, sin llegar al punto que deseábamos tratar. Sigamos, pues, de nuevo nuestro rumbo, y veamos ahora, si podemos formarnos una idea clara y exacta de la perfección religiosa y de la santidad á que aspi- ramos. Sabido ya que el religioso ha de buscar la perfec- ción en su Orden, y no fuera de ella; que la ha de bus- car en la manera y forma que en ella se usa, y no como á él le acomode; y que debe buscarla por los medios y caminos que su religión prescribe, y no por los que prescribe otra alguna, aunque sea santísima; sabido esto, cúmplenos averiguar ahora en qué consiste esa perfección que con tanto ahinco buscamos. ¿Qué se entiende por perfección religiosa? ¿Será perfección re- ligiosa la mortificación de las pasiones, el cumplimien- to de los votos y la fiel observancia de la regla? Sin negar en absoluto que eso sea perfección religiosa, digo que no es la perfección real y verdadera, sino medios para conseguirla, y pruebas de que se trabaja por alcanzarla. ¿Consistirá la perfección que busca- mos, en las prácticas de la vida religiosa, en el silen- cio, en el retiro, en la oración, en los ejercicios de pie- dad y en la frecuencia de sacramentos? ¡Tampoco! Esos son medios para adquirir la perfección, pero no son la perfección misma, porque entre ella y los medios para alcanzarla hay la misma diferencia que entre el camino y el pueblo ó punto á donde él conduce. Pues entonces, ¿en qué consiste la perfección religiosa? Me-' ditemos y analicemos. Si perfección es todo lo que da complemento á un sér, perfección religiosa será todo lo que dé comple- mento á un religioso, todo lo que le engrandezca y ele- ve al grado de excelencia y bondad que él debe tener: la observancia de su regla, el cumplimiento de sus vo-
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