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100 LA VIDA RELIGIOSA Jesucristo, como sucede en el bautismo. Y así como este sacramento nos saca del poder de las tinieblas para trasladarnos al reino de la caridad eterna, así también por esta segunda regeneración de los votos nos libra- mos de las tinieblas de muchos pecados actuales, para entrar en la luz de las virtudes, pudiendo aplicársenos aquellas palabras del Apostol: “La noche ha pasado y nos ha llegado el día de la luz... (S. Ber. de Praecep. et dis.) Pues, si gozamos ya nosotros el día de la luz, en- tonces, querida Margaríta, sicut in die honeste ambule- mus, como dice el Apostol. Andemos con fervor en la presencia de Dios y vivamos escondidos en el corazón de Jesús. Hemos muerto para el mundo, y ni él tiene que ver con nosotros ni nosotros con él: vivamos sólo para Dios que es el que nos ha dado esta deliciosa vida y este nuevo sér del estado religioso. No seamos ingra- tos á tanto beneficio, ni volvamoslos ojos al Egipto de donde salimos. No imitemos á los hijos de Israel que tentaron á Dios en el desierto con sus ingratitudes. Miremos, miremos los ejemplos de nuestros mayores. Imitemos á nuestro llagado Padre, el Serafín de Asís: vivamos como este prodigio de amor, crucificados para el mundo y el mundo para nosotros. No manchemos la vestidura de nuestra profesión religiosa, ya que man- chamos la blanca túnica del primer bautismo. No que- brantemos jamás nuestras últimas promesas, que harta desgracia fué quebrantar las primeras. Estrechemos los lazos que con Dios nos unen, renovemos con fre- cuencia nuestros votos y pidámosle la muerte mil ve- ces, antes que separarnos de Él. Esto es lo que desca para tí, y para sí propio, tu afectísimo Padre en Cristo, Ex AS
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