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94 LA VIDA RELIGIOSA nuo y de mayor alcance, porque abraza todos y cada uno de los actos del religioso en esta vida mortal. Pero dejando para su lugar esta materia, quiero sacar ahora la consecuencia de los principios que hemos sentado, la cual es otra prueba más de la excelencia del estado religioso. El martirio es obra de tanto valor, que lleva consigo la remisión de todos los pecados, y al alma la sube al Cielo sin pasar por el purgatorio; y esto de tal modo que hace injuria al mártir quien por él ruega, según dicen los santos. Pues, de la misma suerte la profesión religiosa bien hecha es acto tan meritorio, que lleva consigo la remisión de los pecados, y deja al religioso como si acabara de recibir la palma del mar- tirio. De tal manera, que iría al Cielo sín pasar por el Purgatorio, si en aquel instante muriera. ¿Ves, amada Margarita, cuánta es la nobleza y dignidad de nuestro estado? ¿Ves cuántos son sus méritos y excelencias? Siendo, pues, tan excelente nuestro estado, pon- gámosle nosotros el colmo á tantas excelencias, consi- derándonos como mártires de Cristo, pero mártires cuyo sacrificio es continuado. Y así cuando sintamos la repugnancia y el tormento que causan á la frágil naturaleza las prácticas de la vida religiosa, hemos de renovar nuestro sacrificio, exclamando frecuentemen- te con el Profeta: Voluntarie sacrificabo Tibi. Volunta- riamente acepto, ¡oh Señor! este pequeño sacrificio, y telo ofrezco para gloria y alabanza de tu nombre. Si así lo hacemos, ¿e multiplicarán nuestros méritos, y al salir de esta vida miserable, recibiremos corona de mártires: corona que desea ver sobre tu frente, allá en el Cielo, este tu afectísimo P. Fr. A.
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