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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 93 está vivo siempre el deseo de las comodidades, el amor á los placeres, la inclinación al regalo y al descanso, y aquí hay siempre que contrariar esa inclinación, sofocar ese amor y arrancar ese deseo, y vencerse á si mismo, y triunfar cada dia de esos incentivos, triunfo que es para el alma tan costoso como el del martirio. El voto de castidad es para el hombre terreno otro verdadero martirio, más duro que el de la pobreza, y por lo mismo más glorioso. San Agustín dice, que entre todos los combates del cristiano, los más rudos y difí- ciles no son los de los tormentos, sino los de la: casti. dad, porque en ellos la lucha es muy frecuente y la victoria muy rara. Y á pesar de eso, ¡cuántas victorias en los claustros! ¡Cuántas vírgenes puras y cuántos religiosos castos los habitan! ¡Qué triunfos tan glorio- s0s se consiguen en ellos! En verdad que allí se da tanta gloria á Dios como en la arena del Circo y del Anfiteatro, porque en ambas partes se ve igualmente la victoria de la fortaleza divina, que triunfa en la fla. queza humana. El Espíritu Santo dice que la vida del hombre es un combate sobre la tierra, y el objeto principal de ese combate es la castidad, á la cual aco- meten furiosamente los tres enemigos del alma, y á la cual debe el religioso defender, aunque sea á costa de su vida. Pues si luchar una vez el mártir con un tirano, por confesar á Cristo, se tiene por cosa tan gloriosa, ¿cuánto más lo será el luchar, no una vez, sino mil, no con un tirano, sino con tres, y esto por toda la vida? ¿Puede haber martirio más glorioso, y combate más meritorio, y testimonio más fiel que el del religio- so casto? Pues, pasemosá la obediencia, que es el tercer martirio, y el más meritorio de todos, porque en él se sacrifica la parte mejor, la más noble y más amada del hombre, que es su libertad. Es también más contí-

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