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Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 91 ser pasajero y á veces momentáneo; de tal modo, que un solo esfuerzo de voluntad basta á veces para conse- guir la palma y la corona de mártir; pero el sacrificio de los votos es siempre duradero, es un martirio pro- longado que adquiere con la duración lo que le falta de intensidad y violencia. Es verdad (dice San Ber- nardo) que este martirio no tiene en la apariencia tan- to horror como el del fuego y el del garfio, el de la pa- rrilla y la espada; pero loque le falta de apariencia lo tiene de realidad, más penosa y molesta que la de aquel otro; porque el de aquellos mártires antiguos, con una zambullida en caldera hirviente, con un golpe de lanza, ó el zarpazo de una fiera, estaba terminado; pero el martirio del religioso no se acaba de un tajo Ó de un golpe, sino que un dia y otro dia, un año y otro año, y la vida entera, lo han de estar golpeando, y martirizando, y mortificando en la propia voluntad y en las inclinaciones más vehementes de la naturaleza. Es verdad también que el mártir no podía escoger mu- chas veces el género de tormento que le habían de dar, sino que era preciso estar preparado á recibir el que viniera; pero no lo es menos que el religioso está en igual situación, porque no le es lícito escoger el géne- ro de martirio que él desea, sino que siempre ha de estar preparado á recibir el que más le repugne, el que más contrario sea á su voluntad y mayor sacrificio le cueste; y esto no sólo una vez, sino tantas cuantas sean las ocasiones que se le ofrezcan. La segunda razón es porque los mártires morían una sola vez, y sólo de algunos muy privilegiados se cuenta que sufrieron dos ó tres veces el martirio; mas la vida religiosa no se limita á un martirio ni á dos ni á tres, no se.muere una ni dos ni tres veces, sino tan- tas como días tiene el año, porque aquí se ha de morir cada dia, según frase del Apostol: Quotidíe morior.

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