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RS = > E TS ED A Ó CARTAS Á SOR MARGARITA 89 y en el sacrificio de nuestra profesión fuimos también nosotros ofrenda y oferente, víctima y sacerdote, por- que ofrecíamos á Dios un sacrificio agradable á sus ojos, y ese sacrificio no era otra cosa que nuestro mis- mo sér todo entero, el cual consagramos para siempre á su servicio. En el sacrificio del Gólgota, ofrecióse el Salvador espontánea, graciosa y voluntariamente; y nosutros ofrecimos también nuestros votos libre, gra- ciosa y espontáneamente, y de tan buena voluntad, que pudimos muy bien decir con el Profeta: Voluntarie sacrificabo Tibi. De buena voluntad te ofrecí, Señor, entonces aquel sacrificio, y con voluntad más buena todavía lo renuevo ahora, consagrándome para siem- pre á Tí. El alma religiosa que ha gustado una vez siquiera las delicias del padecer por Cristo; las que han sentido la sublimidad, la dulzura y regaladisima suavidad de ese amor que embriaga con sabrosas penas, esas ya no pueden vivir sin copiar en sí mismas la pasión del Redentor; no pueden reposar hasta transformarse en Él; no aspiran, ni quieren, ni pueden querer otra cosa más que á Cristo, y éste crucificado, como dice el Apos- tol. Su sed de padecer nada la aplaca, y con hambre sin hartura, y cor deseo insaciable, piden más penas y llevan el atrevido pensamiento á querer transfor- marse por amor é imitación de padeceres en Cristo crucificado. En Él quisieron transformarse y 4 El solo quisieron imitar los héroes cristianos que tomaron su cruz y fueron atentamente poniendo el pie en donde vieron el rastro sangriento y la huella gloriosa de sus pisadas. A Él solo quisieron seguir los mártires esfor- zados qué con invencible constancia dieron su cuerpo á los tormentos y su cabeza á la espada del verdugo. A Él solo quisieron seguir aquellos penitentes padres del yermo, que transformaron los áridos desiertos en jar-
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