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— 83 — cha; ni la naturaleza humana estragada por la culpa era capaz de producir la sangre inmaculada, expiatoria y purifi- cante que necesitaba el mundo para su redención. Esa víctima sin mancha, te nía que venir del cielo; y cuando llegó el cumplimiento de las promesas divinas, bajó á la tierra, tomó sangre inma- culada en el seno de una Virgen, se adaptó un cuerpo hipostáticamente uni- do á la divinidad, y se ofreció como vícti- ma á la justicia del padre, diciéndole: Los sacrificios y holocaustos no te han satisfecho: heme aquí dispuesto á satis facer las exigencias de tu justicia inexo- rable (1). Esta víctima expiatoria de todas las culpas de la humanidad debía ser, como dijimos al principio, de valor infinito, pa- ra dar una satisfacción infinita: debía ser también inocente y pura, porque una víctima impura Ó manchada no podía ser grata 4 Dios; y por último, debía ser á su manera y en cierto modo criminal, (1) Hebr. X. 5. ll: A a ra 4

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