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E, Cuando esto hacía el mundo pagano noerraba tan espantosamente como apa rece á primera vista; que si en estos sa- crificios todo fuera errores y horrores, no hubieran sido universales, ni durado- tantos siglos. Aquí hay un solo error en- tre muchas verdades, y un desacierto horrible entre otras cosas muy acerta- das. Los paganos acertaban en creer que la justicia divina estaba irritada con tra el hombre: se hallaban en lo firme, al confesar que esa justicia de Dios de- bía ser aplacada con sangre inocente: y no erraban al suponer que la sangre ino- cente de uno podía satisfacer por todos. En nada de esto había error; en lo úni- co que erraron grandemente fué en creer que podía haber entre los hombres una víctima tan pura, tan santa, tan inocen- te y tan meritoria que diera satisfacción cumplida á la justicia divina y lavara las ¡niquidades del mundo. Aquí estuvo su yerro, yerro que costó á la humanidad torrentes de sangre. La carne corrompida de la humanidad no podía dar de sí una víctima sin man-

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