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81 los prisioneros de guerra, hasta en las naciones más cultas del mundo pagano. Cuando hacían sacrificios explatorios, se buscaba una víctima sin mancha. que era de ordinario una joven agraciada, ó un niño inocente y hermoso: coronaban á esa víctima de flores, para hacerla más grata al terrible ídolo, en cuyo honor se iba á sacrificar: el pueblo salía detrás de ella al lugar del sacrificio, y cuando llegaban á él, en medio de ceremonias espantosas, entre el ruído de gongos ó timbales y los gritos de canciones béli. cas, que no dejaran oir los clamores de la víctima, esta era quemada viva, ó ata- da á un árbol, y el cuchillo fatal segaba su garganta ó sacaba sus entrañas palpi- tantes, para adivinar en ellas no sé qué misterios de horror. Luego la arrojaban á una inmensa hoguera, alrededor de la cual se colocaba la multitud, y todos ex tendían sus brazos y manos sobre la víc- tima, dando á entender con esa ceremo- nia que ponían sobre ella todos sus mal- dades, y que ella satisfacía porlos peca- dos del pueblo, 10

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