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66 Pongamos fin á esta materia, y corro- boremos lo dicho con el destino que en los designios de Dios tenia la Virgen con relación ála humanidad, que era hacer- la Madre de todos los predestinados, Madre de todos los justos, Madre en fin, de todos los que nacieran á-la vida de la gracia. Cuando la escogió el Verbo eterno para Madre suya, fué con la condición terminante de cons- tituir en la tierra una gran familia de jus- tos, la gran familia cristiana, en la cual El había de ser el primogénito entre to- dos los hermanos, como lo llamó divina- mente el Apóstol. (1) Y los hermanos en el orden de la gracia forzosamente hemos de tener todos una misma Madre, por la sencilla razón de que en ese orden solo hay una mujer llena de gracia (2) la única que puede serlo, y esa es la bendita entre todas las mujeres, nuestra dulcísima Madre María. Somos, pues, verdaderos hijos de la Virgen, desde que comenzamos á vivir 1) Rom. 8 2. Luc. 1. 298

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