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64 — ería y á la tierra de júbilo, cooperando de este modo con su amor á nuestra rege- neración espiritual. Contribuyó en segun- do lugar con su sangre purísima, pres- tándosela al Espíritu Santo para que for- mara con ella el cuerpo sacratísimo de Cristo, del cual somos miembros todos los cristianos: y como la sángre que corre por la cabeza es la misma que corre por los miembros, ella contribuyó con su sangre á darnos el ser que tenemos de hijos de Dios, y miembros del cuerpo místico de Jesucristo. Para nadie es un secreto que fuimos rescatados con la sangre de Cristo, y todos sabemos que ese precio de nuestro rescate lo tomó el ver- bo divino de las entrañas virginales de María, para redimirnos (1) y darnos el ser de hijos de Dios. Contribuyó por último con sus dolores, dándonos á la luz de la gracia entre las agonías y tormentos del Calvario, como madre verdadera de todos los redimidos. De esa maternidad inefable, universal y (1) Gal. 1V. 5,

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