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— 61— después de la resurrección. No lo segun- do, porque la voluntad del Hijo y de la Madre era padecer ambos con creces cuanto exigía la justicia divina para la redención del mundo; y así ni María de- seaba disminuir los dolores á Jesús, ni Jesús quería evitarle penas á su Madre, Creer lo contrario será muy humano; pe- ro como humano es muy pequeño y no encaja bien en la grandiosidad de la Re- dención. El llamar Cristo á María en esta oca- sión Mujer y no Madre, encierra un gran misterio, el misterio de la maternidad univergal de María, si es permitido ex- presarme así. En el principio de los tiem- pos fué prometido á la humanidad que una mujer aplastaría la cabeza de la ser- piente infernal, causa de la tragedia pa- radisiaca. Pasaban los siglos en muda cx- pectación, aguardando á esa mujer pro- metida, y Salomón en su tiempo pregun- taba por ella diciendo: Mulierem fortem ques inveniet? (1). ¿Dónde está la mujer 1 Prov. XXXI. 10

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