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— NN — Tal es la genuina inteligencia de esa palabra misteriosa, la cual hay que con- templar con alteza de miras, para no em- . ' pequeñecer la grandiosa escena del Cal vario, miraudo por el lado humano lo que se debe mirar por el divino, midien- ] do con la estrechez del sentimentalismo lo que se debe medir con la amplitud del dogma católico, y haciendo asunto doméstico y de un instante lo que es ' asunto de todos los siglos, y de toda la humanidad. Pase como opinión piadosa que Jesucristo en la tercera palabra que habló desde la cruz se propusiera dar á su Madre una prueba de cariño, y á noso- tros una lección de piedad filial; pero no es admisible la suposición de que esa pa- ' labra fué dicha sólo para proveer á las necesidades temporales de la Virgen; ni que su hijo ¡a llamó mujer, y no Madre, para evitarle la pena que pudiera pro- ducirle éste último vocablo. No lo prime- ro, porque no era el Calvario lugar á propósito para arreglar un negocio de fa- milia que Cristo en su altísima previsión tenia ya arreglado, ó lo reservaba para