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MOE sus ojos á la luz, y rehusó en su interior la gracia, y se endureció en la maldad. Cristo le convidaba con el perdón, como á Dimas; le ofrecía el paraíso, llamaba á las puertas de su alma con los blandos toques de la inspiración divina; y el des. graciado le dió á Cristo con las puertas en la cara, rechazó su amoroso convite, se obstinó en su pecado, y el eterno Sa. cerdote lo tuvo que dejar sin la absolu- ción de sus culpas. Intercedió por él la Virgen Santísima, Abogada de los peca- dores; con una mirada suplicante rogó ásu Hijo que lo perdonara; y el Hijo, como Sacerdote y Juez eterno, le dice de igual manera, que no hay perdón para el impío que persiste en su maldad, Y aquel malayenturado sigue en su obstinación, muere, y secondena para siempre. Te- rribles efectos los que trae consigo la du reza de corazón! El mal ladrón en la hora de la muerte tenía á su lado á la Virgen Santísima; allí estaba con él para ayudarle á bien morir el gran Sacerdote de la nueva ley; la sangre redentora corría abundante, 6

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