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Ab E Aún no había vuelto al paraíso Adan, desde que de allí fué arrojado, hacía mi- les de años; aún no habían visto sus bos- ques frondosísimos Abel el mártir, Noé el justo, ni Job el paciente; aún no ha bían gustado la dulzura de sus frutos ni la esencia de sus flores el fidelísimo Abraam, ni el obediente Isaac, ni el afli- gido Jucob, ni el casto José, ni el piado so David; aún no lo habían conquistado con sus virtudes, los grandes profetas de Israel, nilos reyes santos de Judá, ni los heróicos Macabeos, ni el glórioso Bautis- ta; y este ladrón lo conguista hoy con su wrepentimiento y con la humilde confe- sión de sus culpas. Mirad, hermanos míos, lo que vale el arrepentimiento y lu con- fesión, tan olvidados hoy en el pueblo cristiano! Mirad por otra parte los peli- gros de la obstinación y del endureci- miento en el otro ladrón que muere al lado de Jesucristo. Egestas oyó las mismas palabras que Dimas; sintió en su corazón, como éste, los efluvios de la gracia; fué iluminado con los destellos del amor divino; y cerró

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