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ME han cometido un crimen espantoso, de clarándolo reo de muerte: la Sinagoga ha sido injusta y cruel con su Mesías: Pilatos un Juez cobarde, sentenciándolo á morir; y cuantos han contribuido á su muerte son únos criminales miserables dignos del grillete y del presidio. Y esto lo dice Dimas ante los soldados de Pilatos, á la faz de los verdugos de Cristo, y en pre- sencia de los fariseos que paseaban al- tivos al rededor de las cruces, zabirién- doles, echándoles en rostro su crimen, y confesando á Cristo por su Dios. No me harto de admirar la valentía del buen ladrón en este lance; porque, al verle proclamar la divinidad de Crísto en la cruz, no sólo me parece un confesor de la fé, no solo se acredita de mártir, no so- lo predica como un apóstol, sino que en »quella ocasión supera en valor á los apóstoles y queda muy por encima de todos los mártires y confesores de la fe. Los apóstoles, al ver preso á su Maestro, huyen y lo abaudonan; los discípulos se esconden, Pedro lo niega, sus amigos se ocultan, sus favorecidos callan, sin vyol-

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