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di los después á la tierra ensangreniada, y exclamar como Jesucristo en la Cruz: Padre, perdónalos, que no saben lo que hacen. Señor; y para nadie es un secreto que el atentado contra V. M. envolvía otro atentado contra la Religión. Se quería destruir al mismo tiempo el altar y el trono, la monarquía y las ordenes reli glosas; por eso en el momento mismo del atentado, (según puede verse en la prensa de aquellos días,) emisarios del averno recorrian las calles de Madrid gritando: Un fraile ha sido el autor del atentado, Y periódicos sectarios que me abstengo de nombrar, abundando eu ma- la fe, trataron de extraviar á la opinión pública, diciendo con todas sus letras que el criminal debía andar oculto en al guna sacristía ó escondido en un conven to. Y en efecto, la sacristía en que anduvo fué una taberna ácrata, y el convento donde se ocultó, la redacción de un pe- riódico sectario, rabioso anticlerical, y republicano. No se contentó la maldad sectaria con atentar cobardemente con-

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