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29 eras capaz de destruir el templo y reedi- ficarlo en tres días? Pues, sálvate ahora; baja de ese madero y creeremos en tí: de lo contrario, queda probado que eras un embaucador, milagrero falso y blasfemo, que te has proclamado, sin serlo, hijo de Dios (1). Tales blasfemias atormenta- ban los oídos de Jesús, que veía el fondo de aquellos corazones, carcomidos por la envidia, ardiendo en odio, y arrojando á borbotones desprecios, maldiciones y afrentas contra su inocente y divina persona. Y atendiendo á que su carácter de gran sacerdote le obligaba á rogar pur su pueblo, movido de compasión por la ceguera de aquellos desventurados, con una misericordia superior á todo lo que puede alcanzar el sentido humano, le- vanta al cielo sus ojos arrasados en lágri- mas de sangre, y con voz suplicante y poderosa clama: Padre, perdónalos que no saben lo que se hacen (2). Padre, perdónalos! ¿Es esta la pri: mera palabra de Cristo crucificado? 1) Math. XXVIT. 43 (2) Luc. XXITI, 94.

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