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sia Y, muerte, confesando su inocencia; y la | multitud imbecil, fanatizada por escri- | bas envidiosos, grita: Crucifícalo! Cruci- | fícalo! (1 Lo han crucificado; han colocado en un patíbulo vil al hermoso nazareno, glo- ria de Israel, milagro de santidad, y tipo de la inocencia: lo han colgado de un su- plicio afrentoso, cubriéndole antes el cuerpo de llagas y el alma de ignominias y afrentas: y ni con todo eso queda satis- fecho el odio infernal de escribas y fari- seos. No contentos con verlo morir he- cho una pura llaga y oprimido bujo el pe so de la calumnia, se ensañan en el Justo moribundo, blafemando de El, burlándo le con horribles sarcasmos y desafiándolo con sangrientas irrisiones. (2) Mirad, (de- cía una turba de foragidos al pié de la cruz:) Mirad; á otros libró de la muerte, y á sí mismo no puede librarse; por donde se vé que sus milagros eran ficcio nes. Si es hijo de Dios, que baje de la cruz, y creeremos en El. ¿No decías que 1) Math. XX VIT.2 2) Idem. 42.
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