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e A eb este mundo, y declararse siervos del altísimo es ser soberanamente libre con la libertad de los hijos de Dios. Al con- trario, conculcar la ley divina y procla- marse el hombre independiente de Dios equivale á ser esclavo del mayor de los tiranos, á vivir en perpétua y espantosa servidumbre, bajo el imperio del pecado, del demonio, y de las propias pasiones, que ejercen sobre el alma su tiránico do- minio. Así viene sucediendo al través de los siglos, desde la caídade Adán: mien- tras él vivió sujeto á la ley de Dios, rei- nó sobre la creación terrestre: rebelado contra Dios, cayó del trono de su grande- za enla esclavitud degradante del pecado. Dios le habíu dicho: De este arbol no comas: (1) la obediencia á este man- dato es el título de tu señorío sobre los demás seres; y el día que lo que- brantes y comas de ese arbol, lo perderás todo. El camino para adquirir con tus méritos la felicidad eterna es este: si sa- les de él, te extraviarás para siempre. Mientras me pugues el tributo de la obe- l) Gen. 11.17
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