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=> 10) io y respetabilísimo en el que todo impo- ne. Impone la majestad real, impone el esplendor de la corte, impone la ilustra ción de los oyentes, impone la solemni dad del día, impone la cátedra en que ha blo, ocupada casi siempre por la flor y nata de los predicadores; impone la gran deza del asunto que vamos á tratar, y me impone más que todo mi poco valer para tratarlo dignamente. Tanto me im- pone y tal temor me infunde este pensa- miento, que, para seguir hablando, nece- sito apartarlo de mi mente, olvidarme de mi pequeñéz antela maguitud de la em presa que acometo, y recordar que Dios nuestro Señor elige muchas veces los ins- trumentos mas débiles y desproporciona dos para obrar con ellos los mayores pro digios de su diestra omnipontente (1). Pero sírvame de excusa á vuestros ojos amados ligrmanos míos, y sea parte pa- ra merecer vuestra indulgencia, saber que, si ocupo hoy este lugar, no es por elección mía, sino por disposición de

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