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— 125 — hiere su pecho; y para contestar afirma- tivamente con esa inclinación de cabeza á las preguntas amorosas del corazón cristiano. Jesús mío, ¿es verdad que nos amas con amor iofinito, y que si fuera preciso morir otra vez por salvarnos, morirías de buena gana por amor nues- tro? Y eon esa inclinación de cabeza nos dice que sí. Jesús mío, ¿es cierto que si tengo la desgracia de pecar y ofenderte, me recibirás, si vuelvo á tí arrepentido, y perdonarás mi negra osadía y terrible ingratitud? Y baja su cabeza, haciendo un signo afirmativo. Señor, y si el hom: bre más criminal del mundo, el mayor blasfemo de la tierra, el hereje más em- pedernido, llega á tí á pedirte misericor- dia, ¿es cierto que lo purificarás con tu sangre y lo estrecharás entre tus brazos? Y baja la cabeza, diciéndonos que sí. Jesús mío, y si en la hora de la muerte me desamparan todos, y no tengo una mano amiga que limpie el sudor de mi frente, ni una lengua piadosa que me dirija palabras de consuelo, estarás tú á mi lado para consolarme y recibirme