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dre, en tus manos encomiendo mi espíritu. E Al eco de esa palabra, los serafines temblando cubrieron el rostro con sus alas; las tinieblas se espesaron más; la tierra tembló con más espantoso terre- moto; el velo del templo se rasgó por me- dio; los sepulcros se abrieron, y muchos muertos resuscitaron; los circunstantes fijaron sus ojos en la cruz; millones de ángeles contemplaban invisibles la faz de su Dios moribundo; y éste, Sacerdote y Víctima á un tiempo mismo, levanta su vista al cielo, y ofrece al Altísimo el sacrificio de su pasión y muerte doloro- sísima: luego inclina la cabeza; ligero extremecimiento recorre su cuerpo, y ex- pira dulcemente, entregando su espíritu en manos del Padre. Emissit spiritum!.... Murió Jesús! ÁS A

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