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— 121— ta entonces no se persuadió Satanás de que Jesús era verdadero Dios. Había visto sus prodigios, había experimenta- do su puder, y lo había oído llamarse hijo de Dios; pero como también lo había visto llorar, temer y fatigarse, andaba perplejo sin saber qué clase de filiación sería la de Cristo. Para salir de dudas trató de llevarlo al patíbulo, porque él tenía como cosa cierta, segura y eviden- te que, si era hijo de Dios, su padre no consentiría que muriera en tanta igno- minia. Puesto ya en la cruz, se aumen taron los recelos de Luzbel, porque oyó que Jesucristo llamaba padre á Dios en su primera palabra, y prometía al ladrón en la segunda el paraíso; pero como lue go le oyó quejarse de que lo había de samparado y de que tenía sed, volvió á creer que Jesucristo era simplemente un hombre justo. Más, al virlo ahora ll: fnar padre á Dios y encomendar su espíritu en manos desu padre; al ver á la muer- te vencida y obedeciendo á Cristo, se abrieron de una vez los ojos de Satán y pareció que por un instante caía él en 16
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