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— 113 la falda del monte y por la calle de la amargura, señalando la sangre con que la dejó regada: y la justicia divina sigue gritando: Más, más! Ofrece el charco de sangre cuajada que está todavía al pié de la columna en el pretorio de Pilatos; y la justicia continúa diciendo: Más, más! El corazón de Cristo hace un es- fuerzo, palpitando con violeucia, para echar fuera de sus venas las últimas go- tas de sangre que hay en ellas, las cua- les van cayendo lentamente y una á una sobre la balanza de la justicia, como si tuvieran conciencia de su propio valor. De repente la balanza se inclina á la parte de Cristo; las iniquidades del hom bre saltan del otro lado y desaparecen ante la satisfacción dada por El, como desaparece la luz de una bujía ante los esplendores del sol; la justicia eterna queda satisfecha, y exclama: Basta! Consummatum est. Pero la víctima divina en un arranque de generosidad infinita ofrece las últi mas gotas de sangre que le quedan den- tro de su corazón, consintiendo que este 14

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