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— 10) consuele las amarguras del pobre mori bundo; lo han arrcjado de los tribuna- les, para que no presida la rectitud de los jueces, ni dé esperanzas de perdón y regeneración al reo. Allí nos vió tam- bién á nosotros, y deseoso de que miti gásemos la sed que en su alma sentía, exclamó: Sitio! Tengo sed! Los verdugos que oyeron esta excla mación de Jesucristo, entendiéndola en su sentido literal, empaparon una es- ponja en vinagre y poniéndola en una caña, se la aplicaron á los labios, opri- miéndola contra ellos. (1) Con este rasgo de crueldad respondieron los verdugos al gemido de la sagrada víctima, la cual se había quejado anticipadamente de tanta fiereza, diciendo por el profeta David: En mi sed, diéronme á beber vi nagre. (2) Nosotros que conocemos la sed espiritual de Cristo, ¿tendremos la misma crueldad que sus verdugos? ¿Le daremos también á beber hiel y vinagre? (1) Joan. XIX, 2. (2) Ps: LXVITI,Y.

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