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0 do habían resecado las entrañas de Jesu- cristo, produciéndole una sed tan ardien- te, que le obligó á decir: ¡Sitio. Sed tengo. Indecible debió ser el tormento que produjo la sed á víctima tan callada y tan sufrida, cuando se quejó de ese tor- mento, y no de otro alguno en toda su pasión. Le azotaron bárbaramente, y no exhaló ni una queja; le coronaron de espinas, y no se le oye un lamento; lo escupieron y maltrataron, sin que opu- siera resistencia; lo cargaron con la cruz y como oveja que va al degolladero no desplegó sus labios; caído bujo el peso del madero, le dieron de palos, como á una bestia de carga, y tampoco dió un quejido: le atravesaron las manos y los piés con gruesos clavos, y nadie le oyó un suspiro; descoyuntaron sus huesos con fiereza inaudita, y la víctima saero- santa no exhaló un gemido. De nada se quejó, y ahora se queja con voz acongo- jada de la sed que sufre: Sitio. Sed tengo! Doble sed manifiesta el salvador del SIGA AA AA A a! : EA a A si sd e io sé ie E A cris e 0

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