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De Las causas de esa sed no podían ser mayores, Nose habían humedecido sus labios desde que cenó con sus discípulos la noche anterior: después de la cena ha- bía predicado un largo sermón: la noche la había pasado en vela, entre las ago- nías del Huerto y el ludibrio de los sa- yones en casa de los pontífices: la maña- na se la llevó caminando aceleradamente del tribunal de Caifás al Pretorio, del Pretorio á Herodes, y de Herodes á Pi latos. En casa de éste, perdió una buena parte de su sangre inocentísima á la vio- lencia de los azotes y de las espinas que taladraron sus sienes. Después le hicie- ron cargar con un pesado madero sobre sus hombros, y abrazado con él atravesó la ciudad, subió jadeante la cuesta del monte Calvario, y desfallecido por el cansancio cayó muchas veces abrumado con la carga. Ya enla cruz, llevaba cer- ca de tres horas, sin sangre eb sus ye- nas, expuesto á los ardores del sol y del aire, colgado de tres clavos que le que- maban las manos y los piés: El agota- miento de la sangre y el sudor derrama-

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