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—s80— preguntan 4 todas las criaturas por el objeto de su amor, llorando sin cesar el haberlo perdido, y no temiendo como la Magdalena desafiar aun a los que aparecen ser muy fuertes, con tal que lo halleu. Entonces este Jas sale al encuentro, y ar- rebatado de amor por tanto heroisino, no solo las consuela, sino que se confiesa vencido y cautiva- do, no pudiendo casi soportar las suaves miradas del alma pura, y mandandola con cariiio que ja- mds deje de mirarlo. (1) jO0 Jesus dulcisimo! {Qué tesoros de amor encierra tu Corazon para las almas que te aman! {Qué deliquios tan inefa- bles! {Qué alegrias tan puras! jQué dnsias tan consoladoras forman la alternativa de su vida! jAh! Y estas dulzuras no son ni una gota del tor- rente con que embriagdras a tus esposas en el cielo! Sé bendito, Seiior, sé bendito por tu amor para con los hombres. Esempvo. El gloriosisimo Padre San Francisco de Asis estaba tan inflamado en el amor de Jesus, que dia y noche pensaba en los tormentos que pade- cié su cuerpo, y en los dolores que sufrié su sa- grado Corazon; tenia tan presente 4 Jesus pa- ciente, que lloraba de pena como si asistiera 4 las escenas de la pasion. Pero en cambio se compla- (1) Cant. cap, 6. v. 4. SS iain SR a ai, Var ae ai slid he el teal i settee ek tl ie ital tat ad alts
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