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—255— tes. Pero aquel que consuela 4 Jos humildes, pro- vey6 4 la necesidad de su siervo, pues al poco se llendé la pobre celda de espiritus soberanos, quie- nes al son de doradas arpas, acompanado de voces melodiosas, empezaron 4 modular himnos al alti- simo, proporcionando al doliente alivio corporal y consuelo espiritual. MaAxmas. Al leer estos hechos, seguramente que envidia- mos la suerte que cupo 4 este santo; pero consi- deremos al mismo tiempo que San Francisco vi- via en una continua meditacion del amor del Co- razon de Jesus, y lloraba dia y noche lo mucho que habia padecido por salvarnos, mortificando ademas su cuerpo por parecerse a su amado, y huyendo de dar la mas minima satisfaccion 4 los sentidos: porque no es posible gozar de los pla- ceres de Ja carne, de las disipaciones del mundo y de sus vanidades, y tener las alegrias espiritua- les, pues no crecen las rosas de la santidad, sino entre las espinas de la mortificacion, ni se halla la fragante azucena de la pureza, sino junto 4 las aguas de la penitencia. Nuestro angel custodio nos dice sin cesar: Huye, hija de Sion, de la tier-

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