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—121— {Quién temera descubrir sus males 4 Jesus, sa- biendo que su mayor placer es estar entre los: hijos de los hombres? No tenemos un Pontifice que no pueda compadecerse de nosotros. (1) Sabe cui- les son nuestras Ilagas por estar revestido de la misma naturaleza. ,Porqué no nos aprovechare- mos de su compasion y ternura? jO Jesus mio! me recocozco pecador ingrato, altivo y orgulloso; pero, héme aqui postrado a tus divinas plantas, esperando los efectos de tu ternura hacia los des- graciados, que piden la salud. Punto segundo.—Como las obras de Dios son todas perfectas, es de creer que cuando Jesucris- to daba 4 los enfermos la salud corporal, les in- fundia tambien la espiritual, siendo aquella el signo de ésta, que por su naturaleza es invisible. Y en realidad no habia bajado el Hijo ‘de. Dios precisamente para curar las enfermedades corpo- rales, sino las espirituales, pues con su muerte y pasion merecié nuestra victoria sobre la muerte. Y una vez resucitado a vida inmortal y glorio- sa, qué importa haber pasado una vida de enfer- iedades y dolores? Mas, como para resucitar con Cristo, es preciso morir con Cristo, crucificando Ja carne con sus vicios y concupiscencias, es evi- dente que lo que mas deseaba el Salvador era la (1) Hebr. cap. 4, vy. 15.

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