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—116— para que digamos sin cesar. ; Dios mio, miseri- cordia mia! (1) EJEMPLO. Uno de los mayores ejemplos de longanimidad cristiana, que Dios nos ha propuesto para nues- tra edificacion é imitacion, fué el Santo Job, figu- ra de Jesucristo llagado, vituperado y desprecia- do por nosotros. Era aquel justo un principe opulento, y vidse repentinamente privado de sus hijos, de grandes haciendas y de su salud, sin ha- berle quedado mas que su propia mujer, que Je insultaba al verlo en un muladar, y unos amigos que lejos de consolarlo en su afliccion, hacian cuanto podian para exasperarlo. Pero en medio de tanta impertinencia de ésposa y amigos, ni Job se impacientd, ni eché en cara 4 nadie sus defec- tos, ni hablé una palabra, que pudiera ofender al prdéjimo. MAxptas. j{Qué bello modelo para nosotros, que no sabe- mos sufrir ni un pequeiio desliz que tenga vis- lumbre de ofendernos! Desgraciados de nosotros, (1) 8. Greg. M. Homilia 19. 1.° 7.

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