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—112— {0 grandeza de bondad, 6 escelencia de pacien- cia! Por mas que quisiera Dios contener en su ira sus misericordias, lo vence siempre la longa- nimidad del Qordero, que desde la eternidad qui- so ser sacrificado cuando llegara la plenitud de ios tiempos, y cumplidos estos, penetré los cie- los y esté sentado 4 Ja diestra de la magestad en las alturas, viviendo siempre para rogar por nos- otros. (5) Y no pasa unsolo instante, en que Je- sus no represente al Padre sus humillaciones, sus tormentos y su muerte con el tinico fin de dar treguas 4 su indignacion, prolongar su paciencia, dar mas tiempo 4 los pecadores y repartirles nue- vas gracias, no queriendo su muerte, sino que se conviertan y vivan. Todo lo debemos, pues, a Je- sus: la gracia de la santificacion, la de la penitencia despues de las caidas, y el tiempo de llorar nues- tras culpas, todo nos lo ha merecido su Corazon amabilisimo. Pensémoslo con detencion, y apro- vechémonos de tanta longanimidad, si queremos ser del nfimero de los que tienen escritos sus nombres en el libro precioso de la vida. PUNTO sEGUNDO. Deseaba Jesucristo con tanto anhelo que nos aprovechasemos de su longanimi- dad, para conseguir la salvacion eterna, que d cada instante hablaba de ella 4 sus discipulos, ex- (1) Hebr. cap. 7. v. 25.
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