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—94— pagando édio con amor, y mal con bien, (1),pa- rando la mejilla izquierda 4 quien nos hiriere en la derecha, sufriendo una injuria despues de otra y portandonos como corderos, cuando los enemi- gos de la verdad, como lobos encarnizados, se ar- rojen sobre fosotros para devorarnos. (2) _ Y era esta mansedumbre la que haria que los corazones humanos se rindiesen 4 aquel, que ve- nia 4 vencer, no con el hierro, sino con la Cruz. iAh! ZQuién habia de sospechar que el niflo que yace en un establo, es el Rey de los siglos, quien por todo faéusto de su eterna soberania se conten- ta con la pobreza de un pesebre? {Quién pudiera imaginarse que el que se confunde entre la tur- ba, para ser bautizado en las aguas del Jordan, y recorre las playas de Tiberiades en traje pobre y abyecto, es el drbitro de los destinos mundanos y el que pesa en su balanza 4 los monarcas alti" vos? Sin embargo, este Principe humilde y sen- cillo es reconocido, como enviado celestial y sal- vador por los pastores; como Dios y como Rey por los magos de Oriente, y como maestro y Re- dentor por los discipulos. jAh! Si el magisterio que encierra esta mansedumbre de corazon con que Jesus se presenta en el mundo, es sobrema- _(1) Math. cap. 5. v.44, (2) Ecce © itto ; jn medio luporum. ‘Math 'o, 10. ¥. 16,8 > “O® sient sens . a ial ak aan
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