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—86— sano vil, oprobio de los hombres y hez y desecho de la plebe. (1) Tan humillada quedé la hermo- sura infinita, que parece que Ilegé 4 esconderse en un ocaso tenebroso, de tal modo que ni aun se la creyera digna de que se la mirase, como si fue- ra un leproso, 6 un facineroso herido por Dios, y humillado por su mano omnipotente. (2) {Quién puede caleular la grandeza de una humildad, que empieza por anonadarse y concluye entre un occéano de afrentas? O-alma mia, crée, adora y ama; la humildad del Corazon de Jesus es un misterio profundo, que es preciso creer, mas no investigar; es la humildad de Dios, que debes adorar; es la humildad que te ha salvado del in- fierno y estas obligada 4 amarla. jO humildisimo Corazon de Jesus! dadme vuestro amor y vues- tra humildad, para conocer mis culpas y llorarlas, para conoceros a Vos y sacrificarme por-vuestra gloria. Punto sEGuNDO. Ya que no podemos medir la estension de la humildad del Corazon de Je- sus, hemos de fijar nuestra atencion en el modo con que la practica. Jesus se humilla en presen- cia de su Padre, & quien ama, 4 quien adora y 4 cuya voluntad se somete, (3) y se humilla tam- (1). Paalm, 21. v. 7. (2) Isai. cap, 58. v. 3. y4. (4) Joann, cap. 8. y. 29.

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