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ails examinado sin pasion lo que enténces pasaba en Espaiia, lleva ésta ventajas a las demas naciones, debiéndose aquellas a la sabia y eminente polilica delos Reyes Catélicos. Si estos no hu- bieran hecho en todo su reinado, mas que haber elegido para el arzobispado de Toledo al incomparable religioso franciscano, Fray Francisco Jimenez de Cisneros, a este protector y promo- vedor de las ciencias sagradas , al autor de Ja primera” poliglo- ta, al primero que establecié en Europa el registro eclesiastico de nacidos en todas las iglesias, 4 este domador de los africanos, a este regulador de los grandes altaneros : si no hubieran hecho mas que esto, repelimos, era bastante para haberse granjeado un renombre imperecedero. Pero hicieron mucho mas que esto para la propagacion de las letras , como lo demuestra el estado comparativo de los hombres grandes en literatura y en saber, que al poco empeza- ron 4 pulular en Espaiia, en lo cual aventajo entonces a todas las naciones. Y nose diga que, al comparar , tomamos en mano una balanza apasionada. El siglo décimosexto fué un semillero de sabios y de santos en nuestra Espaiia , como no se vid en na- cion alguna: y miéntras en otras, la tea de la discordia reli- giosa lo abrasaba todo, arruinando provincias enteras, y der- ‘ramandose a torrentes la sangre, en ella reinaba la paz mas completa, florecian las letras, se cultivaban las ciencias, brilla- ban las artes y resplandecia el clero secular y regular por su saber y sus virtudes, No hacemos mas que referir 1a historia ; los sabios espaiio- les estaban desparramados en Trento, en Oxford, en Douai, en Lisboa, en Roma, en Antuerpia, en Napoles y Sicilia, y sus santos recorrian todo el orbe, llevando consigo 4 todas partes e} suave olor desu vida, y derramando por do quiera los resplan- dores de su ciencia profunda. Pero repetimos lo que todos pue- den comprender, y es, que esta grandeza moral de Espafia, mucho mayor que la extension de sus dominios en aquella

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