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waa ins Dicho esto, cualquiera comprende que el principio de auto- ridad ¢s indestructible por dos razones: una, porque Dios lo ha revelado; otra’, porque esta impreso en lo intimo ‘del alma de todo ser racional , y depositado en el sentido comun de todo el linage humano. El! protestantismo ha hecho cuanto ha podido para destruir el principio de autoridad ; pero emprendié un im- posible: lo que ha hecho es, adulterarlo y corromperlo en sus — nociones verdaderas, y apropiarselo en la practica en materias religiosas , dandole un sesgo perjudicial'en lo que concierne al orden temporal de la sociedad humana. Mintiéronse a si mismos los protestantes, al querer aniquilar el principio de autoridad que Jesucristo instituyé en su Iglesia y , sobre todo, en su Ca— beza visible , pues al pretender despojar a éste, se repartieron entre si mismos los despojos, erigiendo 4 los prineipes en jefes de religion y en gerarcas supremos de toda jurisdiccion , y cons- tituyéndose ellos. ae de secta Y manners “ la palabra divina. Es decir, el protestantismo destruia con una mano el prin- cipio de autoridad ; pero en el acto demostraba que esa autori- dad no podia ménos de existir, pues la‘sustituia , poniendo la humana en lugar de la divina, la instituida por ellos en lugar de la instituida por Dios. Corrompiéronse, ademas , las nocio- nes verdaderas sobre el principio de autoridad, y se abrid ca- mino espaciosd & todas las revoluciones religiosas y politicas que han sobrevenido , puesto que los incrédulos y racionalistas que el protestantismo ha engendrado, no queriendo entender la ver- dad de la razon natural, que dicta la necesidad de la autoridad para gobernar a los pueblos, han colocado el origen de la sobe- rania de la ley y de la potestad en los mismos pueblos, en vez de colocarla donde esta, en Dios. No hay que buscar, pues, el porqué de haber polieia civil, magistraltura, y érden publico en los pueblos separados de la fe calélica, y aun entre los infieles y paganos:' la juz: natural