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a primeros han mutilado , corrompido, y aun cancelado, muchos testimonios de los profetas que hablan del Mesias pobre, hu- milde , mortificado y crucificado, por no querer admitir 4 ese Mesias, sino tener uno cual ellos lo querian, grande, opulento y rodeado de todas las magnificencias humanas , los segundos han hecho otro tanto desechando libros enteros, corrompiendo textos, mutilandolos, destruyéndolos, porque n ellos se ha- bla de dogmas que no quieren admitir. © ©. b Pero sucede con las santas Rscrituras lo que ot mina afirman: son palabras de Dios, y la palabra de Dios queda ° para siempre ‘: por mas que los hombres se empeiien en cor- romperlas, quedan ellas siempre incorruptibles ¢ incorruplas. Pero, si bien toda la Escritura es imperecedera , por ser pal bra de Dios, hay que distinguir en ella los dogmas que han sido revelados por Dios 4 los hombres, ora para ensefiarles lo que es él mismo en la unidad de su naturaleza y trinidad de perso- nas, ora para instruirlos en cuanto concierna 4 la encarnacion de su Hijo, de algunos que no solo son revelados por la voz de Dios, sino que pertenecen al numero de aquellos que Dios ha impreso en el corazon de cada hombre ; y que por consiguiente son conocidos por la simple razon natural. Tales son, por ejemplo, el dogma de la existencia de Dios, el de su unidad, el de darle culto de adoracion, pues el alma racional lleva esos dogmas impresos en su inteligencia, asi como lleva los primeros principios de moral , de huir del mal, de amar el bien, de no hacer a nadie lo que no queremos que se nos haga ‘a nos- otros ; de los cuales salen con ilacion legitima todos'los demas principios de justicia y - derecho, que’rigen 4 los hombres en la sociedad. Los hereges han ido ueytnde los primeros de tal manera, que si sus afirmaciones no fueran negaciones, es decir, nulida~ * Tsai. cap. XL. v. 8)"
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