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aoa con ciendo en virtud de las leyes que dirigen la vegetacion; y cuando ellas han cesado en sus efectos de comp sicion, en- tran 4 regir las de destruccion: cesa de subir el jugo de la tierra, por comprimirlo el calor del estio: pesa sobre la planta . el ardor del sol: van cerrandose las venas , por donde se comu- nicaba 4 toda la planta la savia vivificadora : la flor languidece y se marchita, y por fin se dobla y cae por tierra: pero nada de esto puede acaecer sino en virtud de leyes que presiden & las operaciones de la naturaleza, leyes conocidas con perfeccion por solo el Criador de ella. La analogia de esto con la formacion y subsistencia de la sociedad es perfecta, Esta es un arbol! plantado por Dios: la savia y el caldrico para su vida perfecta y arreglada son las leyes elernas , que el mismo Dios ha impreso en el corazon del hom- bre; y este jugo vivificador de la sociedad es mucho mas ac- tivo y robusto, si se entienden y practican esas leyes , en con- formidad con la explicacion de ellas que nos did Jesucristo en su Evangelio. Para que esta sociedad se mantenga sana y ro- busta, basta la observancia de esas leyes: pero, tan pronto como las eche en olvido, entran a sustituirlas las leyes de des- truccion que la debilitan, la enervan, y la dan una languidez mortal. La sociedad , quizas, no perecera por eso; pero no lle- gara 4 la perfeccion del fin para el cual Diosla ba formado. Es claro por tanto que, de derecho, no es separable la politica de la religion: de hecho podra separarse, como en efecto la vimos separada en tiempos del paganismo, ¥ ‘como se intenta hacer en estos tiempos por los racionalistas : pero en ese caso, la politica es una politica falsa, politica de fuerza 6 de licencia. Esto se comprendera mejor recorriendo la materia so- bre el principio que tiene la autoridad , como lo verémos ahora.
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