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= = Providencia divina. En este siglo, en el cual los filésofos moder- nos han desnaturalizado todas las ideas, y 8@ ha sembrado la’ confusion en las ciencias naturales y sobrenaturales , én’ la po- litica, y en las reglas de érden social , s¢ esta hablando Wada instante de soberania nacional, y se afirma queel pueblo 6 1a’ raiz y el principio de donde dimana la autoridad , 16 que no’ puede decirse sino por efecto de una ignorancia crasisima de los’ mismos principios universales. Todo esta corrompido y adulte- rado en esa doctrina. Es cierto que la recta ‘razon y la ‘natura- leza ensefian al hombre, que no es posible que exista una’ re publica, sin que haya en ella. magistrados que la gobiernen, y no magistrados como quiera, sino wno que sea el supremo, a quien se apele en ullimo'resorte , para decidir sin ulterior apela- cion las contiendas de los sibditos , y afirmar la paz én todos’: pero esa razon recta que tiene cada.hombre, no es originaria del mismo , sino de Dios. Dios se la ha dado, y se la ha dado para que entienda cual es la ordenacion y disposicion divina, y sepa en consecuencia , que toda potestad viene de Dios , sobre lo cual dice con tanta elocuencia como donaire San Agustin ‘es- tas palabras ‘: No demos sino al Dios verdadero la potestad de dar el reino é el imperio, pues él es quien'da la‘ felicidad del reino de los cielos 4 solo los piadosos: pero en ctianto al reino terreno, se lo dd & buenos y'malos segunda él le place,’ é él & quien nada place injustamente. La’razon natural instra-’ ye al hombre sobre la necesidad de que haya en la sociedad quien la gobierne, quien forme y publique’ las leyes conduéen- tes 4 mantener el érden y las haga cumplir: pues siempre’se ha dicho que la ley es un rey mudo, y el rey Ja ley Viva y santa *.) Volvemos, pues, a completar Ja explicacion de la analogia entre el cuerpo y el alma para las operaciones del hombré, y eee ‘Lib V. de Civit. Dei. cap. XI. ? Corn. é Lap: in Ep. ad Rom. cap. Xl: vi 2) !