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: = 1i5t = en la Inquisicion? Al tomar ese nombre en su boca los protes- tantes y les revolucionarios , no-saben hablar sino de hogueras, de crueldades y de tormentos; pero hablan de un modo vago, indefinido y misterioso. Y no sabemos: porqué mezclan con esta vaguedad una especie de incertidumbre y de pavor que, en realidad, no hay en su mente ni én sus corazones. Mejor dicho, si lo sabemos: sabemos que esos oradores que predican contra la Inquisicion , se atienen como a tema obligado a dirigir mira- das incierlas, desencajar los ojos , arquear las cejas, hundir las mejillas y extender las manos, como si’ el terror del alma produjese una convulsion y erispase los ‘nervios diciendo con voz trémula: ; Oh! ; La Inquisicion! ; Las hogueras! ; Tiem- pos de horror y de cadenas! Enténces, jj oh barbarie!! jlos hombres eran quemados vivos , porque pensaban ! Todo es duda y vaguedad en ese asudto: en prueba de ello. vaya cualquier viajero a visilar la torre de Londres: alli se le ensefa, entre otras cosas , el tajo sobre que se corlaron las ca- bezas de Ana Bolena, de Catalina Howard y de otras personas sin numero, pues el mismo tajo, rayado todo por los golpes del hacha horrible que se encuentra asu lado, y cuya vista cau- sa pavor, indica que fueron muchos los que murieron. Peto hay alli una especie de argolla de hierro, de figura raray singular, yal preguntar el viajero, para qué sirvid aquello, el conserje se encoge de hombros, diciendo que no lo sabe; pero que'se cree que aquel instrumento era una de las erueldades de la Inquisi- cion. Referimos lo que hemos visto y ido personalmente. Tiempo era, sin embargo, de que se sapiesen todas las co” sas relativas a la Inquisicion con toda claridad, porque hace ya mas de medio siglo que este tribunal no existe en Espaia, y el mismo hace tambien, que todos sus archivos estan en poder de gobiernos enemigos de esa institucion '. ; Qué hacen, pues, esos hombres que no publican el ntimero de las hogueras que ! Véase el Corolario.