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— = los para alimentarlos, tiene que exténuarse y debilitarse: la Espaiia fué el pelicano de las Américas; estas se educaron a costa de su madre. Debiéramos hablar atin de las hogueras que tienen siempre en sus sus labios los protestantes: de esas hogueras fatidicas que dicen que habia en la Inquisicion, y con cuya descripcion mixta de sentimentalismo y de una especie de mitologia moder- na intentan embaucar al vulgo. No sabemos, cémo calificar esas aserciones , si de ficciones 6 de insipienzas. ; Vaya! Han pasado no pocos afios, desde qué los revolucionarios pro- testantizados tienen en sus manos los archivos de la Inquisicion, y pudieran habernos dado ya las listas de esas hogueras, y las de los que murieron en ellas. Y sin embargo, todavia no tenemos sino novelas inventadas: y enté tanto, nosotros tene- mos catalogos muy largos de martires que han muerto 4 manos de los protestanites , degollados, empalados , ahorcados, herra- dos como burros , quemados a fuego lento y en hogueras, sir- viendo su vientre desentraiado de pesebre de caballos, y de receptaculo de ratas y sabandijas; todo lo cual se hacia en In- glaterra, entrado ya el siglo décimosétimo, cuando en Espafia no habia ya, ni memoria de hogueras. Pero hablarémos de esto en un razonamiento aparte , el cual sera como unalto que hacemos en nuestra marcha, y aun podra servir como de distraccion antes de tratar de la politica proles- tante, y de olras cosas 4 que dan margen los libelos que los protestantes andan repartiendo 4 nuestro pueblo , para sorpren- der su candidez. Vamos a hablar en el siguiente capitulo de la diferencia que se nota entre los martirids modernos y los anti- guos, y de lo que digamos con la gracia del cielo, se vera que el protestantismo ha hecho cuanto ha podido para evocar del sepulcro los tiempos de la barbarie.
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